Bernadette lleva un año
suspirando por el hombre de sus sueños. Nunca se habían dirigido ni una sola
palabra, pero le era lo mismo porque desde que había posado sus ojos en él no
salía de sus pensamientos. Estaba totalmente enamorada de ese casi desconocido
que coincidía con ella cada día y por una casualidad del destino descubre donde
pasará sus vacaciones. Era hora de pasar a la acción.
Y no habría mejor momento
que ese, pues estaría relajado bajo el sol del Mediterráneo y con las defensas
bajas. Nada como un crucero para hacer surgir el amor.